Bosque de leyenda
La noche del 31 de octubre al 1 de noviembre es por tradición una noche mágica, de abertura y conexión con lo intangible, con lo que trasciende a la cotidianidad. Nuestros antepasados celtas, que tenían los bosques como escenarios sagrados, sabían muy bien que la Naturaleza es un templo y que si existe un poder indiscutible y arcano sobre el planeta su titularidad le pertenece por derecho. Hoy en día hemos dado la espalda a la sabiduría ancestral y nos situamos por encima de los objetos de veneración de los antiguos druidas. Y lo pagamos con el aire irrespirable de las ciudades y las advertencias de la OMS sobre las porquerías que ingerimos. Pero no todo está perdido, todavía existen lugares cercanos en los que la tierra huele a humedad y vida, los árboles extienden sus reverendas ramas verdes de hiedra y musgo al cielo y el sonido de las hojas al caer se confunde con la Tylwydd Têg o lengua de las hadas, como la denominaron en Gales. Uno de esos reductos de sobrenatural belleza se encuentra en Girona: es la comarca prepirenaica de la Garrotxa, pequeño paraíso de saltos de agua y hayedos como la Fageda d’en Jordà, asentado sobre la colada de lava del Croscat, uno de los veintiún volcanes que conforman el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.

La Fageda d’en Jordà

Sant Joan de le Fonts

sendero hacia el cráter de Santa Margarida
Las ninfas y los faunos se escabullen del ser humano camuflándose en la floresta; tened cuidado con tropezaros con ellos, especialmente al caer el sol, pues antes de que el romanticismo confiriera a las criaturas de los bosques un aire encantador, se las consideraba de todo menos amables. Cuidado también con las seductoras «dones d’aigüa» de las fuentes y los ríos como el Fluvià. Y si queréis estremeceros, llevad a uno de estos idílicos rincones de la fronda lecturas inspiradoras, propias de la fecha que nos ocupa, llamésmola Halloween, Samhain, castañada o noche de Todos los Santos.