El almagre o almagra, es un pigmento natural, variedad del ocre rojo, cuyo nombre en castellano procede del árabe almáḡra o «tierra roja». Su uso se centra desde antiguo en la decoración artística, y su abundancia en en la zona donde se erige Almagro le dieron el nombre a esta población manchega.
De almagre están pintados muchos de los frescos de sus iglesias, como los de la Iglesia de San Agustín, visibles de nuevo tras diez años de restauración.
El Festival de Teatro de Almagro
Como en las treinta y siete ediciones anteriores del Festival Internacional de Teatro Clásico, esta joya del barroco que es Almagro, ha vuelto a vibrar este mes de julio como en la época dorada en la que Lope y Calderón se paseaban por sus calles, los caballeros de la Orden de Calatrava oraban en la iglesia del Convento de la Asunción, las pendencias de taberna llevaban a duelos a espada en las esquinas, y las adineradas familias alemanas venidas con el nuevo emperador, Carlos V para los germanos, construían sus imponentes palacios.
Los lugares históricos se convierten en escenarios de lujo que varían de edición en edición del Festival; este año por ejemplo, se ha recuperado el espacio Miguel Narros, en la plaza de Santo Domingo, que albergó en un principio a la Compañía Nacional de Teatro Clásico. En estas tablas debutó en Almagro Natalia Menéndez, Directora del Festival y quien mejor puede definir el espíritu de este evento cultural:
A continuación os dejo una descripción de este lugar, imprescindible como inspiración y experiencia cultural, de mi amiga Isabel Martí, incondicional del Festival y amante de la escritura:
«Almagro es un pequeño y encantador pueblo con categoría de ciudad en la provincia de Ciudad Real.
Durante un mes el pueblo se transforma, se sacude el frío del invierno, florece, y toma conciencia de su tradición. Durante un mes la ciudad brilla y deslumbra con las palabras de su Festival Internacional de Teatro Clásico.
Las elevadas temperaturas que se alcanzan durante la mañana hacen dormir y ralentizar el pueblo durante el día, pero por la noche todo comienza. Poco a poco, hacia las seis de la tarde, sus habitantes abren sus hogares, salen y se reúnen en la Plaza Mayor, lugar de encuentro de todos, punto de encuentro de la internacionalidad del Festival. La Plaza Mayor fue concebida como plaza de armas, está flanqueada por varios porches de color verde y blanco con columnas toscanas. Estos porches son uno de los elementos más emblemáticos y copiados de la ciudad, junto con el Corral de Comedias.
Allí se dan cita actores, directores y admiradores en una confluencia de diversidad de lenguas y países. Puedes estar tomando perfectamente un refresco y tener sentado en la mesa de lado a aquel actor admirado de tu película favorita, a quien horas más tarde verás en el escenario.
Cinco espacios vertebran la oferta multicultural de las obras que se representan en sus espacios escénicos.
El más emblemático y símbolo por excelencia de la ciudad es el Corral de Comedias. Fue construido en 1628 para hacer las tareas de fonda y casa de comedias. Hoy en día es un privilegio poder visitar este lugar declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO y sentarse, en el silencio de la noche, en una de sus sillas para poder disfrutar del espectáculo del teatro. Parece que todo se detenga y que la historia te invada.
El Almacén de los Fúcares, antiguamente utilizado para almacenar grano y mercurio, se viste de largo para acoger las obras en pequeño formato que no por ello son menos importantes.
Del Teatro Hospital de San Juan se conserva la nave de la iglesia y la enfermería. Es el primer espacio escénico que encuentras cuando llegas de la estación de tren. Es la actual sede de la Compañía Nacional del Teatro Clásico. Las noches donde la canícula aprieta, se agradece que después de su reforma lo concibieran como un espacio abierto.
El Teatro Municipal y la Antigua Universidad Renacentista completan estos espacios teatrales donde las iglesias tienen un papel fundamental como complemento del Festival, acogen conciertos y exposiciones, todas relacionadas con las artes escénicas.
Y si desea hacer un descanso, el Convento de Santa Catalina os acogerá alegremente, no en vano es actualmente el Parador de Turismo, aunque conserva la iglesia y el claustro.»
María Isabel Martí Robles