El pasado veinte de julio, y aprovechando nuestra estancia en Almagro para el Festival Internacional de Teatro Clásico, unas amigas y yo contratamos una excursión a las Tablas de Daimiel con la empresa «Natura Indomita». Las Tablas están ubicadas entre las poblaciones de Daimiel y Villarrubia de los Ojos, en la provincia de Ciudad Real.
Las Tablas de Daimiel
Vicente Malagón nos pasó a recoger en un fantástico todoterreno y nos pusimos rumbo al Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. Atravesamos los campos de Castilla La-Mancha, con sus paisajes de trigales segados y viñedos, hasta llegar a una de las lagunas recientemente resurgidas gracias al aumento del nivel de los acuíferos que entraña la tierra manchega. Lo que ignorábamos es que este maravilloso humedal, uno de los más importantes de la Península Ibérica, estuvo a punto de desaparecer por el mal uso que se hace de las reservas de agua para regar cultivos no apropiados. La propia Comisión Europea expedientó a España en 2009 por este motivo y la UNESCO pensó retirar la calificación de Reserva de la Biosfera al Parque. Otro caso de mala gestión de los recursos, algo a lo que estamos acostumbrados, por desgracia.
Lejos quedan los tiempos en que La-Mancha no era una basta extensión de campos resecos, cuando Cervantes describía en su Quijote sus bosques de encinas. Creemos que las cosas han sido siempre como son ahora, pero no, ha sido el ser humano el que ha talado, el que ha introducido explotaciones agrícolas de regadío como el maíz.
Mas la Naturaleza es sabia y no se deja vencer tan fácilmente, y Daimiel no es una excepción. Gracias a esto, no hace mucho, los llamados «ojos del Guadiana» han vuelto a surgir en zonas secas en las que no se esperaba que volvieran las aguas, atrayendo a la fauna propia del humedal. Aún así, la introducción de especies foráneas que impiden que haya mosquitos, y por tanto que vivan las especies que se alientan de ellos, y la mala calidad del agua, hacen que la flora y la fauna de las Tablas no luzca como hace décadas. Y pese a todo esto, sigue siendo un lugar inspirador y lleno de belleza.
El bosque de Tamarindos
La salinidad del agua en algunas áreas hace que en sus orillas proliferen los tamarindos, unos árboles extraños que renacen de cualquier rama caída, formando curiosas figuras, construyendo bosques herencia de un mundo fantástico, antiguo. Sus flores muertas semejan telarañas por efecto de la sal, y uno espera que en cualquier momento aparezca un «hobbit», un hada extraviada, o un gnomo habitante de las oquedades formadas por las raíces entrelazadas de dos árboles enamorados. En cambio, lo que uno encuentra son nidos de pájaros carpintero y jilgueros cantando en sus copas de leyenda.
Pura magia. Al amanecer o al atardecer, el cielo de Daimiel, y sus aguas quietas, se tiñen de tonos rosas, púrpuras y naranjas, y el carrizo y las eneas se mecen al viento, las garzas esconden el pico bajo las alas blancas, y la poesía adquiere vida propia.
Deseamos que la Naturaleza indómita devuelva su antiguo esplendor a este paraje para que siga siendo escenario de inolvidables historias e imborrable momentos.