En el sudoeste de la Península Ibérica y regada por el río Segura, la ciudad de Murcia se erige como Señora de la Huerta. La tierra de mi madre, de la que guardo los mejores recuerdos de la infancia y otros agridulces derivados de la añoranza de épocas más felices, es una gran desconocida, a pesar de lo mucho que puede ofrecer, tanto la Región como su capital.
Corría el año 711 d. C. cuando el ejército musulmán atravesó el estrecho de Gibraltar para adueñarse en cinco años de casi toda la geografía peninsular. El conde visigodo Teodomiro se vio forzado también a rendirse ante los conquistadores y entregarles sus dominios, rindiendo su capital, Orihuela. En el tratado firmado en el 713 d. C., se establecía el pago a los musulmanes de contribuciones a cambio de su protección. Pasado el tiempo, Orihuela cedió su protagonismo urbano a la actual Lorca, y más tarde a Murcia ciudad, que en el Al-Andalus fue capital del territorio llamado de Tudmir. Levantada en tiempos de Abd al-Rahman II, fue sede de gobernadores y emires antes de la reconquista en el s. XIII por parte de las huestes del rey Jaume I, a petición de su suegro Alfonso X.
Sobre los vestigios del esplendoroso pasado musulmán, se levantó la nueva ciudad, que brilló durante el Renacimiento, y especialmente en el Barroco. Sin duda alguna, el mejor y más bello ejemplo de arquitectura religiosa barroca en España es la Catedral de Murcia, cuya fachada es única a nivel mundial.
En su retablo del altar mayor aparece el patrón de la ciudad, que curiosamente es san Patricio, el cristianizador de los irlandeses. Este curioso hecho se debe a la victoria sobre los musulmanes en 1452 en la batalla de los Aporchones, el día de la festividad del Santo.
Otro lugar maravilloso de la Catedral es la capilla de los Vélez, construida para Juan Chacón, Mayordomo Mayor de Isabel I de Castilla y Adelantado Mayor del Reino de Murcia. Chacón no logró enterrarse cerca del altar, pero consiguió esta capilla a sus espaldas, la más grande y hermosa del edificio, pues echó mano de su poder para tomar terreno a la calle, ganando un pleito por ello contra el pueblo, aunque nunca llegó a enterrarse en Murcia. El gótico plateresco es el estilo predominante en la capilla y vale la pena dedicarle un tiempo si se visita la catedral, de la que se dice alberga secretos túneles de época islámica que conectarían los antiguos edificios con fortalezas exteriores, pero eso es una leyenda.
Pero si hay un artista que representa a la ciudad de Murcia, ese es Francisco Salzillo, el más destacado escultor de imágenes sagradas español y uno de los mejores del Barroco. Sus esculturas de los pasos de Semana Santa y su espectacular belén se pueden visitar en el Museo Salzillo, junto con un bonito belén napolitano del siglo XVIII. Los belenes son una de las atracciones turísticas de la ciudad durante las fiestas navideñas; de hecho, la Oficina de Turismo organiza visitas guiadas gratuitas a la catedral y a la ruta de los belenes de la ciudad. Y es que, aunque el primer belén viviente lo organizara San Francisco en la Edad Media, la tradición belenística tuvo su desarrollo en el Nápoles moderno y su máxima expresión en talleres como los murcianos. Algunos de los belenes murcianos que no se pueden dejar de visitar son el Belén Municipal del Palacio Episcopal en la Plaza del Cardenal Belluga, el ya mencionado de Salzillo en su Museo, el de la Delegación del Gobierno y el de la Peña la Pava, en la Iglesia de San Juan de Dios.
Otro ejemplo de arquitectura barroca es el Real Monasterio de Santa Clara, construido sobre el Alcázar Seguí del siglo XIII, y del que destacan también las reminiscencias góticas que aún se conservan. El alcázar fue el palacio de verano (el de invierno se situaba en el área cercana a la actual catedral) del emir Ibn Hud y perteneció a la dinastía de los hudíes hasta que, tras la Reconquista cristiana, Pedro I lo cediera a la abadesa Berenguela de Espín para que ampliara el convento de la Orden de Santa Clara, en 1365.
Los arqueólogos murcianos han logrado rescatar del olvido la estructura de los jardines y de una pequeña parte del palacio islámico, que tuvo su origen en uno más pequeño del que también se conoce la distribución. El jardín, con su eje norte-sur y cuatro arriates rectangulares que albergaban árboles y plantas de las cuatro estaciones del año, representó una transición entre los jardines almorávides y almohades y los famosos nazaríes de la Alhambra.
Y para Barroco y leyendas, no puedo dejar de comentar mi visita al santuario de Caravaca de la Cruz, donde se adora la famosa reliquia del «Lignum Crucis», o fragmentos del leño en el que fue crucificado Jesucristo. Esta reliquia llegó seguramente de oriente con los caballeros templarios que se instalaron en la ciudad en el siglo XIII, tras tomarla a los musulmanes que la dominaban. Esta cruz pudo ser la del Patriarca de Jerusalén, pero lo que sabemos de ella se basa en la leyenda ocurrida cuando Caravaca era un puesto musulmán. Se cuenta que corría el año 1231, cuando Caravaca era una pieza clave en el asedio al reino de Granada, que su señor, Ceyt Abuceyt, pidió al sacerdote cristiano Ginés Pérez Chirinos, prisionero de guerra, que le enseñase cómo era una misa. El sacerdote procedió a la demanda, pero al darse cuenta de que no tenía cruz, tuvo que decir a sus captores que no podía seguir con la ceremonia. Entonces se obró el milagro al aparecer la Cruz de doble brazo, traída por unos ángeles, convirtiéndose Abuceyt y su corte.
El estuche medieval que protegía la cruz pasó a ser el que regaló el Duque de Alba en 1777, por lo que el recubrimiento de oro y joyas no es la cruz verdadera. Pero la leyenda alberga un misterio aún mayor, pues la cruz fue robada varias veces desde que la protegieran los caballeros del Temple y de la Orden de Santiago, siendo robada definitivamente en 1934 por manos desconocidas, dejando un rastro de muerte y provocando el horror de la población.
De hecho, y aunque no se hable de ello, nunca se supo qué fue de la cruz, siendo la que ahora se adora otra traída desde el Vaticano, también reliquia de la cruz de Cristo. ¿Pero entonces quién tiene la Cruz milagrosa? ¿Por qué la robaron? Nada de eso se recuerda en las fiestas anuales de los Caballos del Vino y los Moros y Cristianos. La reliquia sigue obrando milagros, pese a todo.
Lo cierto es que la fe mueve montañas, y la vida sería insoportable sin misterios.