Los microrrelatos del Marítim
Por segundo año consecutivo he participado en el concurso de microrrelatos que hace ya tres años organiza el Museu Marítim de Barcelona. En esta ocasión, el tema del concurso eran los piratas, unos personajes que dan mucho juego y que aún hoy surcan algunos mares. Aventureros, renegados, malhechores, corteses, salvajes, sanguinarios, con licencia de corso o no, siempre con hambre de botín, en muchas ocasiones para conseguir una vida mejor en tierra firme. En los relatos, cuyo conjunto adjunto al artículo, cobran vida piratas berberiscos, filibusteros, mujeres pirata, loros, patas de palo, islas del tesoro y más de 700 historias escritas por pequeños y mayores. Una delicia. Y aunque este año no he resultado premiada, ha sido un honor constar entre los finalistas en la categoría de adultos con uno de los tres microrrelatos que aquí destaco (bajo seudónimo):
Azul otomano
Me lamí las marcas de los grilletes. Me habían soltado en las fétidas entrañas del barco para que tomara mi ración de agua corrompida y pan mohoso, festín que asqueaba hasta a las ratas. Junto a mí, pobre muchacho morisco apresado a traición, se hacinaban otros malhadados y algunos criminales. Unos íbamos a ser vendidos como esclavos, el resto, condenado a galeras. Para todos, la bodega era una tumba flotante, negra como nuestra suerte. Una voz estridente llamó a cubierta al vigilante, señor del látigo y las llaves. Dieron la alerta y un cañonazo impactó, destripando la nave cristiana. La fuerte sacudida me lanzó junto a una brecha en el maderamen. Y a la añorada luz del día, la vi. ¡Alá es Misericordioso! La bandera de mis hermanos en la Fe; para nuestros captores, piratas, para mí, libertadores de la Medialuna, azul como el mar y mi nazar.
Nassir
Doblones de oro (Finalista)
—Vamos, vamos, ¡es para hoy!
Impelido por la punta de un sable, Roberts se asomó al borde del tablón. Detectó unos movimientos ondulantes bajo la superficie y se giró lentamente.
—¡Tuerto! Aunque faltéis al Código jurado sobre la Biblia y el ron, ¿no merezco un último deseo?
El Tuerto asintió, mostrando su dentadura putrefacta.
—Señores —dijo Roberts abriendo el camafeo prendido a su chorrera—, ¿veis esto? Es el pedacito de mapa que precisáis para encontrar los doblones.
—¡Lo llevabais encima! ¡Dádmelo, bastardo!
—¡Tendréis que nadar! Prefiero entregarlo al mar.
El Tuerto y sus secuaces se lanzaron por la borda tras el pergamino. Ciegos de codicia, no vieron aflorar las aletas de los escualos, que los despedazaron.
—Caballeros —concluyó Bartholomew Roberts—, vuelvo a ser el capitán del Royal Rover. ¡Nada hay más valioso para un pirata que su tripulación y su barco!
Bart the Black
Chambergo pirata
—¡No te escurras, mozuelo imberbe! ¡Esconder el delicado rostro bajo el ala del sombrero tampoco va a salvarte!
—¿Qué yo os rehúyo, viejo? ¡No os tengo ningún miedo! ¡Acercaos si os atrevéis!
—¡No me hagas reír! Una chamana criolla me vaticinó que ningún hombre, y mucho menos un criajo emplumado, me mataría; de ti no temo ni que me hagas un arañazo.
—Razón tenía la que os lo dijo, pues si me miráis de cerca, ahora que mi alfanje os roza, ¡veréis que no soy varón! ¡Y que una mujer os va a degollar!
Bucanera
Fue un placer acudir a la entrega de premios del concurso, que este año no pudo celebrarse en el pailebote Santa Eulàlia y se hizo en el interior del museo, frente a la impresionante reproducción de la Galera Real de Juan de Austria. Mis felicitaciones a los ganadores, que en el caso de la categoría de adultos han sido:
1. El pirata que nunca lo fue (Jero de Pasamonte)
Ton Pedraz Pollo
2. ¡Corre! (Mar del Norte)
Kirsten Miltner
3. La maledicció xinesa (Soulless)
Joan Ayarte Garcías
Y gracias a Miquel López, técnico del Departamento de Educación del museo, por su amabilidad y su gestión de esta divertida iniciativa cultural. ¿Y el año que viene de qué ira el concurso? Comienza la cuenta atrás hacia la nueva convocatoria.